jueves, 25 de agosto de 2011

CLASE 5 : Actualidad de la Iniciación Cristiana









  • La Iniciación Cristiana: una responsabilidad comunitaria ·
  • Distintos niveles de responsabilidad. ·
  • Iniciación y piedad popular (experiencia del santuario)

Dicen nuestros pastores que la pastoral de Iniciación Cristiana debe ser asumida por todos: [1]

· Concierne a toda la comunidad...[2]

La iniciación se realiza en la Iglesia, por la Iglesia y para la Iglesia; nunca es un acto privado entre Cristo y el catecúmeno: la iniciación cristiana concierne a la comunidad antes que el individuo[3]; es siempre una acción eclesial. La Iglesia entera debe sentirse y querer ser responsable de este maravilloso acontecimiento[4]. La iniciación cristiana “no deben procurarla solamente los catequistas o los sacerdotes, sino toda la comunidad de los fieles”[5], más aún, es la misma comunidad cristiana la que al final de este proceso acogerá a los neófitos en un ambiente fraterno donde puedan vivir con la mayor plenitud posible lo que han madurado y celebrado[6]. Por esto sostenemos la necesidad de un proyecto pastoral que integre la catequesis y busque formar verdaderas comunidades acogedoras: es el marco infaltable para una catequesis fecunda. Al respecto es iluminador lo que nos dice el Documento de Aparecida[7].

· ...pero hay distintas responsabilidades...

Si bien toda la comunidad es responsable de la iniciación cristiana y todos sus miembros han de dar testimonio de la fe, ya que es una tarea que concierne a todos, sin embargo hemos de advertir y reconocer distintos grados de responsabilidad según el ministerio que la Iglesia misma les confía. “Se ha de tener siempre presente que toda la iniciación cristiana es un camino de conversión, que se debe recorrer con la ayuda de Dios y en constante referencia a la comunidad eclesial...”[8]

· Los padres de familia, primeros iniciadores.[9]

“Deseo llamar la atención de modo especial sobre la relación que hay entre iniciación cristiana y familia. En la acción pastoral se tiene que asociar siempre la familia cristiana al itinerario de iniciación”[10]. El testimonio de vida cristiana, ofrecido por los padres en el seno de la familia, tiene un carácter insustituible[11].

· Los catequistas.

Junto a la misión originaria que tienen los padres de familia respecto a sus hijos, la Iglesia confía a determinados miembros del Pueblo de Dios, especialmente llamados y formados, el delicado servicio de transmitir orgánicamente la fe a aquellos que desean profundizar su incipiente respuesta de seguimiento de Jesús, en el seno de la comunidad[12]. Para esto, es necesaria una sincera vocación, una esmerada capacitación y una profunda espiritualidad.

· Otros miembros de la comunidad.

Es de esperar la colaboración y el testimonio de cercanía en la acogida y acompañamiento de los catecúmenos-catequizandos de parte de los otros miembros de la comunidad. El aporte peculiar de los religiosos, religiosas y miembros de sociedades de vida apostólica al proceso catecumenal de iniciación está directamente vinculado con su participación en las comunidades locales y desde la originalidad de su carisma.

· Los diáconos y presbíteros.

Todos los miembros del clero, y particularmente los párrocos, en virtud del sacramento del Orden que han recibido, son constituidos en educadores de la fe[13] y tiene en relación con la iniciación cristiana una incuestionable responsabilidad, lo cual ha de ser una constante preocupación pastoral.

· El Obispo.

En cuanto sucesor de los apóstoles –destinatarios “primarios” del mandato pastoral del Señor-, el Obispo es, podríamos decir, ministro ordinario y primer responsable de la iniciación cristiana en su diócesis. Él debería ser quien la administre normalmente. “Su presencia en la comunidad parroquial que, por la Pila bautismal y la Mesa eucarística, es el ambiente natural y ordinario del camino de iniciación cristiana, evoca eficazmente el misterio de Pentecostés y se demuestra sumamente útil para consolidar los vínculos de comunión eclesial entre el pastor y los fieles”[14].

Esta preocupación por la iniciación cristiana llevará al Obispo a asumir “la alta dirección de la catequesis”[15] en la Iglesia particular. Concierne al ministerio episcopal: establecer en su diócesis un proyecto de iniciación cristiana articulado orgánicamente con los otros momentos del plan pastoral; cuidar que los catequistas y todos los agentes que participan activamente en el itinerario catecumenal se preparen de la forma debida para su función; presidir la celebración de los sacramentos de la iniciación, particularmente con los adultos, y sobre todo en la Vigilia Pascual.

Los interlocutores.

Este itinerario catecumenal no será siempre uniforme, sino adaptado a la índole del interlocutor y a las circunstancias de hecho existentes. Una cosa, en efecto, es el proceso de la iniciación vivido por un niño y otra por un adulto; una cosa es acompañar el proceso catecumenal de un nuevo miembro de una familia creyente, otra es proponer el catecumenado a un joven inmerso en una cultura urbana secularista, y otra recorrerlo con alguien que no haya oído hablar de Dios.

La iniciación cristiana -transmisión de la fe y celebración sacramental, estrechamente ligadas en el mandato del Señor-[16], forma parte integrante de la misión de la Iglesia, que es, y no puede dejar de ser, universal, procurando alcanzar a todos los hombres y a todos los pueblos del mundo. Pero no puede ser propuesta de modo idéntico, sino adecuado a la condición de quienes se disponen a recibirla y a las circunstancias que los rodean.

Reclamamos una atenta y urgente mirada sobre la iniciación cristiana de los adultos ya que son “las personas que tienen las mayores responsabilidades y la capacidad de vivir el mensaje cristiano bajo su forma plenamente desarrollada...”[17].; hoy es éste uno de los grandes desafíos de nuestra pastoral evangelizadora: evangelizar integrando a los adultos a la comunidad eclesial. Asimismo la participación de los jóvenes, de los adolescentes y de los niños en los itinerarios de iniciación requiere un replanteo y renovación profundos, a partir de las consideraciones que aquí presentamos.

La iniciación cristiana, una responsabilidad comunitaria.

La iniciación cristiana pretende siempre lo mismo, pero los lugares donde se desarrolla la colorean con caracteres originales[18]. Esos lugares nos permiten hacer referencia al dónde ha de desarrollarse el proceso catecumenal y qué responsabilidad los vincula.

La familia.

La familia cristiana, Iglesia doméstica, es un lugar de iniciación que tiene un carácter único. La catequesis familiar precede, acompaña y enriquece toda otra forma de catequesis[19]. En nuestro país la participación activa de la familia en los procesos de iniciación es una realidad extendida, sobre todo en ciertas regiones –especialmente rurales-; sin embargo, la crisis en los vínculos familiares afecta dolorosamente la posibilidad de que ésta siga siendo el lugar primero y ordinario de iniciación cristiana: la familia, salvo pocas excepciones, ya no transmite la fe a sus hijos y ciertos hábitos de profunda tradición cristiana son excepcionalmente practicados.

La parroquia, animadora de la iniciación cristiana y lugar privilegiado de la misma; otras comunidades o ámbitos posibles.

“La comunión eclesial, aún conservando siempre su dimensión universal, encuentra su expresión más visible e inmediata en la parroquia. Ella es la última localización de la Iglesia; es, en cierto modo, la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas[20]. De allí que la definamos en nuestros días como comunidad de comunidades y movimientos que acoge las angustias y esperanzas de los hombres, que anima y orienta la comunión, participación y misión”[21].

La parroquia es el lugar más significativo en el que se forma y manifiesta la comunidad cristiana. Ella está llamada a ser casa, escuela y taller de comunión, donde los miembros del Pueblo de Dios disciernen y asumen su vocación de discípulos misioneros. Ella es el ámbito ordinario donde nace y se crece en la fe.

La parroquia ha de ser el lugar donde se asegure la iniciación cristiana, es el ambiente natural y ordinario de la misma. Esto exigirá una renovación de la modalidad catequística de la parroquia para lo cual ofrecemos estas reflexiones, lo cual se explicitará mejor en la segunda parte de este documento[22].

En cuanto comunidad de comunidades se entiende que haya distintos espacios en los que los itinerarios de iniciación cristiana puedan desarrollarse adecuadamente.

El ámbito ordinario ha ser la sede o centro parroquial, que corrientemente asume el apelativo de “parroquia”, pero actúan como ámbitos comunitarios de similares características las “capillas”, los “centros misionales o comunitarios”, los “centros catequísticos”, las “comunidades eclesiales de base” y las “pequeñas comunidades”. Éstas, para ser consideradas espacios apropiados para la iniciación cristiana deberían garantizar la comunión con el proyecto diocesano, estando plenamente integradas a la comunidad parroquial; deben tener la posibilidad de celebrar comunitaria y establemente la fe y la vida y la intención de integrar afectiva y efectivamente en esa comunidad a los neófitos.

Las escuelas católicas y/o parroquiales son un lugar muy relevante para la formación humana y cristiana. La reflexión conciliar ha provocado un cambio decisivo en la concepción de la escuela católica pasando de la escuela-institución a la escuela-comunidad[23].

Estas comunidades educativas evangelizadoras se convierten en espacios posibles para el desarrollo de la iniciación cristiana, si garantizan ciertos aspectos y criterios: a) En cuanto comunidad inserta en otra –es decir, en la parroquia-, el itinerario de iniciación ha de estar orientado y conducido por el párroco, quien a su vez acompaña a los catequistas, discierne y celebra los momentos de maduración y establece los ámbitos oportunos para las celebraciones; b) Los procesos de la iniciación deben conservar su identidad y evitar cualquier asimilación al vitae escolar, salvaguardando su carácter de libre participación por parte del catecúmeno-catequizando; c) Los procesos han de estar animados por catequistas idóneos, especialmente capacitados y dedicados a la iniciación; d) Los padres de familiar deberían contar con un espacio en el que manifiesten expresamente su consentimiento a la participación de sus hijos en este particular itinerario catecumenal y a la vez, ellos mismos, deberán acompañar esta etapa de sus hijos; e) la mistagogía debe estar orientada a la conformación de una pequeña comunidad estable, más allá del período de formación escolar, que posibilite la perseverancia y haga efectiva la integración al resto de la comunidad parroquial; f) Quienes participen del itinerario catecumenal deberán hacerlo conforme a los ritmos litúrgicos propios de este camino de iniciación, de tal manera que la autonomía propia del calendario escolar no deteriore ni desvirtúe su participación.

Dada la pluralidad de circunstancias socioculturales y religiosas que inciden en este ámbito, será necesario hacer más precisiones acerca de la modalidad específica en la que debería desarrollarse esta actividad catequística de iniciación cristiana en las comunidades educativas.

Las diversas asociaciones y movimientos que se promueven en cada Iglesia particular, tiene como finalidad ayudar a los discípulos misioneros de Jesucristo a realizar su vocación laical en el mundo y en la misma Iglesia. Estas son también pequeñas comunidades integradas a la comunidad parroquial. En este sentido pueden ofrecer, subsidiariamente, en algunas realidades eclesiales, ámbitos donde desarrollar itinerarios catecumenales de iniciación.

REZAMOS LO APRENDIDO

Compartimos las Bienaventuranzas del Peregrino (Dioc. Lomas de Zamora)

1. Bienaventurado eres, peregrino, si descubres que el camino te abre los ojos a lo que no se ve.

2. Bienaventurado eres, peregrino, si lo que más te preocupa no es llegar, sino llegar con los otros.

3. Bienaventurado eres, peregrino, cuando contemplas el camino y lo descubres lleno de nombres y de amaneceres.

4. Bienaventurado eres, peregrino, porque has descubierto que el camino comienza cuando se acaba.

5. Bienaventurado eres, peregrino, si tu mochila se va vaciando de cosas y tu corazón no sabe donde colgar tantas emociones.

6. Bienaventurado eres, peregrino, si descubres que un paso atrás para ayudar a otro vale mas que cien hacia adelante sin mirar a tu lado.

7. Bienaventurado eres, peregrino, cuando te faltan palabras para agradecer todo lo que te sorprende en cada recodo del camino.

8. Bienaventurado eres, peregrino, si buscas la verdad y haces de tu camino una vida y de tu vida un camino, en busca de quien es el Camino, la Verdad y la Vida.

9. Bienaventurado eres, peregrino, si en el camino te encuentras contigo mismo y te regalas un tiempo sin prisas para no descuidar la imagen de tu corazón.

10. Bienaventurado eres, peregrino, si descubres que el camino tiene mucho de silencio; y el silencio, de oración; y la oración, de encuentro con el Padre que te espera.


[1] Cf. LRCIC , Parte III Lineamientos.

[2] Cf LRCIC , Parte III Lineamientos.

[3] Antes de ser el medio de asegurar la salvación del individuo, es acontecimiento salvífico que interesa y afecta primariamente a la Iglesia.

[4] CT, 16.

[5] AG, 14

[6] Cf. CT, 24.

[7] Cf. DA 365; 366; 370.

[8] SCa, 19.

[9] El orden de referencia es de acuerdo a la dinámica de iniciación en un sujeto que nace en una familia cristiana.

[10] Sca. 19.

[11] Cf. CT, 68. Ver también: DA 302-303.

[12] Cf. DGC, 221.

[13] PO, 6b.

[14] PG, 38.

[15] CT, 63c.

[16] Cf. Mt. 28, 19; Cf. Mc. 16, 15-16.

[17] CT, 43.

[18] Cf. DGC, 254.

[19] Cf. CT, 68.

[20] ChL. 26.

[21] SD, 58.

[22] Cf. DA, 293-294. PG, 28.

[23] Cf. Dimensión religiosa de la educación en la Escuela Católica, 31: 1 c. Congregación para la Escuela Católica.




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