jueves, 25 de agosto de 2011

CLASE 5: PARA AMPLIAR Y PROFUNDIZAR

Iniciación y piedad popular (experiencia del santuario)

La religiosidad popular más que un espacio para la iniciación cristiana debe ser considerada una ocasión para incentivar su consumación[1].

“La piedad popular es un imprescindible punto de partida para conseguir que la fe del pueblo madure y se haga más fecunda”[2]. La catequesis mistagógica puede ser un procedimiento apto para el crecimiento y profundización de la fe que se expresa en la piedad popular.[3]

El documento de Aparecida nos aporta algunas notas sobre la religiosidad popular que debemos tener en cuenta para nuestros itinerarios de Iniciación Cristiana:

…“ La “religión del pueblo latinoamericano es expresión de la fe católica. Es un

catolicismo popular”150, profundamente inculturado, que contiene la dimensión más valiosa de la

cultura latinoamericana.

Entre las expresiones de esta espiritualidad se cuentan: las fiestas patronales, las novenas, los

rosarios y via crucis, las procesiones, las danzas y los cánticos del folclore religioso, el cariño a

los santos y a los ángeles, las promesas, las oraciones en familia. Destacamos las peregrinaciones,

donde se puede reconocer al Pueblo de Dios en camino. Allí el creyente celebra el gozo de

sentirse inmerso en medio de tantos hermanos, caminando juntos hacia Dios que los espera.

Cristo mismo se hace peregrino, y camina resucitado entre los pobres. La decisión de partir hacia

el santuario ya es una confesión de fe, el caminar es un verdadero canto de esperanza, y la llegada

es un encuentro de amor. La mirada del peregrino se deposita sobre una imagen que simboliza la

ternura y la cercanía de Dios. El amor se detiene, contempla el misterio, lo disfruta en silencio.

También se conmueve, derramando toda la carga de su dolor y de sus sueños. La súplica sincera,

que fluye confiadamente, es la mejor expresión de un corazón que ha renunciado a la autosuficiencia, reconociendo que solo nada puede. Un breve instante condensa una viva experiencia espiritual151.

Allí, el peregrino vive la experiencia de un misterio que lo supera, no sólo de la trascendencia de

Dios, sino también de la Iglesia, que trasciende su familia y su barrio. En los santuarios muchos

peregrinos toman decisiones que marcan sus vidas. Esas paredes contienen muchas historias de

conversión, de perdón y de dones recibidos que millones podrían contar. “

La piedad popular penetra delicadamente la existencia personal de cada fiel y aunque también se vive en una multitud, no es una “espiritualidad de masas”. En distintos momentos de la lucha

cotidiana, muchos recurren a algún pequeño signo del amor de Dios: un crucifijo, un rosario, una vela que se enciende para acompañar a un hijo en su enfermedad, un Padrenuestro musitado entre lágrimas, una mirada entrañable a una imagen querida de María, una sonrisa dirigida al Cielo en medio de una sencilla alegría.

Es verdad que la fe que se encarnó en la cultura puede ser profundizada y penetrar cada vez mejor la forma de vivir de nuestros pueblos. Pero eso sólo puede suceder si valoramos positivamente lo que el Espíritu Santo ya ha sembrado. La piedad popular es un “imprescindible

punto de partida para conseguir que la fe del pueblo madure y se haga más fecunda”152. Por eso, el discípulo misionero tiene que ser “sensible a ella, saber percibir sus dimensiones interiores y sus valores innegables”153. Cuando afirmamos que hay que evangelizarla o purificarla, no queremos decir que esté privada de riqueza evangélica. Simplemente deseamos que todos los miembros del pueblo fiel, reconociendo el testimonio de María y también de los santos, traten de imitarles cada día más. Así procurarán un contacto más directo con la Biblia y una mayor participación en los sacramentos, llegarán a disfrutar de la celebración dominical de la Eucaristía, y vivirán mejor todavía el servicio del amor solidario. Por este camino se podrá aprovechar todavía más el rico potencial de santidad y de justicia social que encierra la mística popular.

La piedad popular es una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia,

una forma de ser misioneros, donde se recogen las más hondas vibraciones de la América profunda. Es parte de una “originalidad histórica cultural”154 de los pobres de este continente, y

fruto de “una síntesis entre las culturas y la fe cristiana”155. En el ambiente de secularización que

viven nuestros pueblos, sigue siendo una poderosa confesión del Dios vivo que actúa en la historia y un canal de transmisión de la fe. El caminar juntos hacia los santuarios y el participar

n otras manifestaciones de la piedad popular, también llevando a los hijos o invitando a otros, es en sí mismo un gesto evangelizador por el cual el pueblo cristiano se evangeliza a sí mismo y

cumple la vocación misionera de la Iglesia.” (APA 258-264)

Notas de la cultura actual que dificultan la iniciación cristiana. Aparecida y su aporte sobre la IC

Dicen nuestros Pastores: [4]

En Aparecida los obispos latinoamericanos han insistido en esta renovación y particularmente la reclamaron en su servicio a la iniciación cristiana: “Asumir esta iniciación cristiana exige no sólo una renovación de modalidad catequística de la parroquia. Proponemos que el proceso catequístico formativo adoptado por la Iglesia para la iniciación cristiana sea asumido en todo el Continente como la manera ordinaria e indispensable de introducir en la vida cristiana, y como la catequesis básica y fundamental. Después, vendrá la catequesis permanente que continúa el proceso de maduración en la fe, en la que se debe incorporar un discernimiento vocacional y la iluminación para proyectos personales de vida”[5].

Tal renovación requerida exige por un lado la conversión personal de nuestras comunidades –lo cual implicará pasar de una catequesis de mera conservación a una catequesis decididamente misionera, kerygmática-[6], y por otro la contemplación del catecumenado bautismal como paradigma fundamental que ha de animar todo el proceso catequístico de iniciación cristiana[7].

Una necesidad urgente.

El documento de Aparecida nos habla de la urgente necesidad de una conversión pastoral para poder responder a esta tarea evangelizadora misionera[8].

Entre las Acciones destacadas a las que se refiere Navega Mar Adentro recordamos aquí la segunda: “Acompañar a todos los bautizados hacia el pleno encuentro con Jesucristo”[9]. Toca de lleno la tarea pastoral misionera y catequística, y ante la mirada sobre la realidad eclesial descrita por los obispos en Aparecida, se hace más viva y urgente aquella exhortación del episcopado argentino: “Ante esa realidad de fragilidad espiritual, cada vez más acentuada, tenemos que poner un particular empeño para que, mediante un vigoroso anuncio del Evangelio, ningún bautizado quede sin completar su iniciación cristiana, facilitando la preparación y el acceso a los sacramentos de la Confirmación, la Reconciliación y la Eucaristía (...) Todos los esfuerzos, mediante la implementación del itinerario catequístico permanente y el asiduo recurso al Catecismo de la Iglesia Católica, han de dirigirse a una renovación de la catequesis para que cada uno de los bautizados experimente cada vez más la presencia y cercanía de Cristo vivo en su Iglesia en la participación en el Sacrificio eucarístico”[10].

Atentos a este urgido e insistente consejo de conversión pastoral y catequística nos proponemos en los capítulos siguientes “ofrecer una modalidad operativa de iniciación cristiana que, además de marcar el qué, dé también elementos para el quién, el cómo y el dónde se realiza”[11].



[1] Cf. DA,300.

[2] Directorio para la piedad popular y la Liturgia, 64. Sda. Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.

[3] LRCIC, Lineamientos parte V

[4] LRCIC, Lineamientos parte V

[5] DA, 294.

[6] DA, 370.

[7] DGC, 90.W

[8] Cf. DA, 365-370.

[9] NMA, 90.

[10] Id. 92. Los resaltados son nuestros.

[11] DA, 287.

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