jueves, 25 de agosto de 2011

CLASE 6: PARA AMPLIAR Y PROFUNDIZAR

Una pedagogía de la fe a partir de la dinámica de la conversión

La conversión: proceso fundamental de la iniciación cristiana y de toda la vida cristiana.

Estudiando la pastoral de la Iglesia en sus orígenes nos encontramos ante una verdad capital: la calidad de la vida cristiana exige que quienes desean ser cristianos demuestren un propósito real de conversión. Por eso es necesario estudiar con atención el sentido de la conversión.

La conversión es la realidad central en función de la cual debe ser orientada la Iniciación

Cristiana. Además, la catequesis tendrá por finalidad llevar a la madurez esta conversión transformando la vida, la conducta de la persona de acuerdo con la fe que profesa. La conversión permanecerá, por otra parte, siempre como la característica de toda la vida cristiana. Aún después del bautismo y durante toda la vida, el cristiano deberá morir sin cesar al pecado, a la antigua condición de pecadores y orientarse siempre más hacia el Dios de nuestro Señor Jesucristo.

Cuál es, pues, la naturaleza de este vuelco fundamental de la vida, al cual toda persona es

invitada por Dios?

· La conversión es esencialmente un encuentro personal. San Agustín casi nunca emplea el término “conversión” sin complemento, porque uno no se convierte en abstracto, sino a alguien, y ese Alguien a quien nos adherimos y en quien confiamos es Dios; no la idea filosófica de Dios, ni la gran fuerza o energía creadoras, sino el Dios vivo y verdadero de Jesucristo, el Dios–amor que nos precede para proponernos su vida en Cristo resucitado. Para un cristiano, convertirse, es convertirse a Jesucristo, es dejar la vida paganizante para seguir a Jesucristo, que es “el camino, la verdad y la vida” que conduce al Padre. Como en el caso de Pablo, convertirse es un encuentro personal con Cristo. No sólo con el Jesús de Nazaret, sino con Cristo resucitado que vive para siempre. Pero no basta el encuentro con Cristo vivo en la Iglesia, es necesario seguirle. Y seguirle consiste, en primer lugar, en escuchar y acoger sus enseñanzas como la Palabra de Dios que da vida. Aún más, es transformar la vida para vivir de ahí en adelante como El vivió y actuar como El actuó.

· La conversión es un don de Dios. Es Dios Padre quien tiene la iniciativa del encuentro. Es Él quien atrae hacia su Hijo. Es Él quien por medio de su Espíritu da la fe. Pero Él respeta de igual manera la libertad humana. No presiona y fuerza la respuesta: cada uno es libre de acoger o rechazar a Cristo. A la llamada de Dios–amor, debe corresponder la respuesta amante de cada persona, libre de toda presión.

· Las consecuencias pastorales son evidentes: la conversión no es algo automático ni una acción mágica. La respuesta al don de Dios, implicada en la conversión, no es sólo verbal: para ser verdadera debe manifestarse en la vida concreta. En el Nuevo Testamento la pregunta típica del verdadero convertido es siempre: “Qué debemos hacer?” (Hech. 2,37). El amor a Dios debe manifestarse en el amor al prójimo, así como la fe viva debe manifestarse a través de la caridad. La consecuencia pastoral es clara: rechazar el automatismo y exigir la autenticidad. Tertuliano, Orígenes, Cirilo de Jerusalén, Agustín han recordado siempre que un candidato mal dispuesto recibe el agua pero no recibe el Espíritu Santo. Es la comunidad la que debe reconocer la autenticidad de la conversión.

· Así pues, la conversión es una respuesta al don de Dios, respuesta auténticamente humana que requiere un cierto tiempo de elaboración, “Fiunt, non nascuntur christiani” decía Tertuliano y Orígenes escribía: “No es lo mismo decir “queremos obedecer” y “nosotros obedecemos”. Porque se requiere tiempo: “como para la curación de las heridas, para la conversión también se requiere tiempo, para que se llegue a una perfecta y pura conversión a Dios”. (Homilia in Jeremiam. V, 10).

· La conversión se da con el apoyo de una comunidad que acompaña y testimonia. ¿En qué consiste la conversión necesaria para el proceso de fe, y en la pedagogía de la fe?

El Objetivo central de la Iniciación Cristiana, es la conversión, “realidad central, en función de la cual se orienta toda ella”. La conversión, obra toda de Dios y respuesta libre de la persona, es un fenómeno complejo. Desde un punto de vista general es un cambio de los principios que rigen la síntesis o la dirección y sentido de nuestra vida.

Uno puede convertirse a diversas religiones o ideologías. La conversión es una especie de nuevo nacimiento, de orientación profunda y decidida de la vida. No es suficiente la información intelectual o la convicción especulativa. Es necesaria una fuerte experiencia.

El convertido adquiere un valor fundamental que se apodera totalmente de sí mismo.

¿Pero qué es la conversión cristiana?

Desde el punto de vista de la psico-sociología, se puede conocer lo que es una conversión, analizando el itinerario de un convertido, las motivaciones y el cambio producido.

¿Cómo se da la conversión?

Podemos indicar algunas constantes:

a) La conversión tiene siempre un carácter histórico: Es provocada por un “acontecimiento” que ayuda al convertido a una toma de conciencia y a tomar una decisión. El convertido siente que algo importante ha tenido lugar, ha acontecido. Lo más decisivo del acontecimiento es la percepción de su significado como algo nuevo: algo ha acontecido, alguien ha entrado en su vida. Entonces nace un proyecto de vida, inmediatamente se desea poner en práctica el proyecto de cambiar de género de vida, de ajustarla al Evangelio, de pertenecer a la comunidad cristiana. Así nace propiamente un nuevo estado de vida.

Por supuesto, lo más importante no reside en el acontecimiento, que puede ser sencillo, sino en el sentido que descubre el sujeto que lo percibe. El acontecimiento es un catalizador que ayuda a una toma seria de conciencia, a un reconocimiento.

b) La conversión es un vuelco interior: un cambio de vida profundo y totalizante. El convertido tiene la impresión de que su conversión ha cristalizado en unos momentos cruciales, a pesar de que haya exigido un período largo de tiempo. No es un fenómeno evolutivo sino revolucionario. La vida del convertido ha cambiado de sentido porque algo importante ha irrumpido en su interior. Algo incubado desde hace tiempo ha emergido a la conciencia. Siente que es reconocido, amado, llamado por Dios.

c) El convertido descubre y se adhiere “a nuevos valores”, compartidos por otras personas o en comunidad.

El itinerario puede ser doble: descubrir los valores cristianos que le conducirán a la comunidad cristiana, o descubrir la comunidad en la que encuentra los valores del Evangelio.

Ordinariamente la conversión cristiana se desarrolla en relación con una comunidad cristiana, ya que la fe es vivida a partir del grupo, por el grupo. Es decisivo para el convertido encontrar una pequeña comunidad con un gran sentido de pertenencia, de adhesión, de cohesión entre sus miembros. Recordemos que pertenece a una comunidad quien se identifica con la misma o quien participa plenamente en ella.

Rescatar el espíritu y la práctica del catecumenado.

La Iniciación cristiana ha estado íntimamente unida e identificada desde la antigüedad cristiana con el proceso del catecumenado como itinerario de educación a la fe con miras al ingreso a comunidad cristiana mediante los sacramentos de iniciación. Como recordábamos, Tertuliano lo denominó “el Noviciado de la vida cristiana”, “tirocinia auditorum”, identificado como ese itinerario progresivo de preparación de quienes se acercaban a la fe y de acompañamiento hasta su ingreso a la comunidad cristiana por medio del bautismo el día de la Pascua.

Hoy asistimos al rescate del catecumenado como espíritu y como institución allí donde se quiere hacer florecer una verdadera iniciación cristiana de jóvenes y adultos. Ya en varios países de fuerte descristianización se ha instaurado el catecumenado. En Francia, por ejemplo, se habla de un número de 20.000 catecúmenos. No pensemos que en Colombia no se esté dando un fenómeno similar, aunque no de esas proporciones.

Es muy importante comprender que el catecumenado antes que ser una institución es una función pastoral de la Iglesia que es esencial y es se hace necesario redescubrir porque compendia y encarna la dinámica y el itinerario de educación de la fe. Con frecuencia se oye decir: aquí no tiene sentido el catecumenado ni se necesita, todo el mundo es bautizado y no hay gente adulta o jóvenes que desee hacerse cristianos. No es tan evidente y no es cierto. Cuando existe y es visible y la gente lo sabe, llegan los candidatos. Es importante que la gente sepa que a cualquier edad puede hacerse cristiano, y que si quiere hacerse, sabe a donde ir, que hay un sitio donde se le acoge, se le ayuda, se le acompaña y puede hacer un camino de preparación seria a la vida cristiana. A veces el Bautismo de adultos es visto como algo negativo, que requieren permisos especiales, como cosa fuera de lo ordinario, como algo complicado en los trámites; negativo porque en la mentalidad de la gente hay el imaginario de que el bautismo es cuestión de niños y a los mayores les da vergüenza que sepan que no se han bautizado o que se van a bautizar en público.

Tenemos que superar esta mentalidad porque la sociedad en que estamos es cada vez más pluralista también desde el punto de vista religioso y es cada vez mayor el número de jóvenes que no han sido bautizados de niños, y ahora, atraídos por Jesucristo, quieren hacerse cristianos y entrar a formar parte de la Iglesia católica.

Tenemos que hacer sentir a todos que el Señor llama a todos: grandes y pequeños, niños, jóvenes y adultos a seguirlo y que la comunidad cristiana experimenta la alegría de acoger y acompañar a todos los que deseen emprender el camino del seguimiento de Jesús y hacer esa opción de vida.

Por todo lo anterior el catecumenado, como noviciado a la vida cristiana, valora y respeta el crecimiento y maduración personal de cada uno en el camino de la fe, sin forzar a nadie a creer pero tampoco sin aceptar a quien no está todavía bien dispuesto a ello, y por eso mismo es un itinerario progresivo, por etapas.

Dado que el objetivo del catecumenado es el nacimiento y crecimiento de la vida nueva en Cristo, ha de durar necesariamente un tiempo prolongado, hasta el momento en que se garantice una fe sincera y que la acción sacramental pueda responder a la realidad de quien aspira ser cristiano, de modo que sea un signo pleno de autenticidad.

La formación catecumenal seria y prolongada, será necesaria para respetar el camino y el ritmo de cada persona hacia Dios, sin prisas por dar lo que todavía no se puede recibir sin las debidas garantías, de la misma manera que Dios mismo respetó la situación del hombre y esperó hasta el momento oportuno para manifestarse en Cristo Jesús, en la plenitud de los tiempos. No en vano los Padres de la Iglesia consideraban el Antiguo Testamento como tiempo de preparación, un “catecumenado” que tuvo que recorrer el pueblo de Israel, para que la humanidad pudiera recibir a Jesucristo. De la misma manera, el catecúmeno se prepara para recibir a Cristo y darlo a conocer con su vida a quienes lo rodean. Por eso el catecumenado es esencialmente una propuesta pastoral para jóvenes y adultos, capaces de entender y acoger en plenitud las exigencias de la fe.

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